En septiembre, hace dos años se puso el cielo revuelto por la Región de Murcia. La copa Davis llegaba a Torre Pacheco y con ella una gota fría. El tiempo respetó el fin de semana. Se vieron unos buenos partidos y España se clasificaría para la final.
Unos días antes la fuerza pluvial, un muro, un pantano y la infortuna se llevarían la vida de una muchacha, vecina de Torre Pacheco. Este hecho provocó dolor en un pueblo que iba a celebrar en unos días uno de los eventos deportivos más importantes de la historia del tenis.
Un día después de que acabara aquella semifinal, volvió a arreciar con fuerza en Torre Pacheco y el campo de Cartagena. Como hacía muchos años que no lo había hecho… Era lunes y yo estaba libre de servicio. Veía las noticias, escuchaba la radio y sabía que mis compañeros necesitaban ayudaban. Me acordaba de aquella noche del 2000 (nunca olvidaré las 24 horas con un Torre Pacheco aislado).
Llamé a mi jefe y me presté voluntario para ayudar. Serían las 14 horas cuando como pude, dando rodeos por una autovía que se asemejaba a los puentes de Cádiz (los campos eran mares), logré llegar al Cuartel. Aquello era un Caos. Las llamadas desbordaban la Policía Local de Torre Pacheco. Todos los sistemas de alerta estaban activados. Varios compañeros que acababan su servicio no dudaron en continuarlo.
Aquella tarde resurgió el espíritu de la policía local. El de colaboración y valentía. El que sale siempre y cuando se necesita. Se olvidaron los pequeños e insignificantes problemas, las tonterías de los típicos orgullos que pueden haber en cualquier plantilla para estar todos juntos. Para estar todos a una.
Bajo las órdenes y supervisión de nuestro Oficial-Jefe organizamos el servicio. Se coordinaron las llamadas. Fueron innumerables éstas. Sótanos inundados por aquí. Tapas navegando por allí. Posibles viviendas aisladas. Carreteras cortadas…
Pero aquella tarde hubo una que destacó entre todas las demás. Una que hizo que saltaran todas las alarmas. Una que nos recordó la tragedia sucedida apenas una semana antes.
Un vehículo se encontraba atrapado en el puente de la rambla del Albujón, entre Torre Pacheco y Pozo Estrecho y su conductor necesitaba ayuda. Se mandaron varios dispositivos policiales al incidente. Recuerdo que mientras mi jefe dirigía, yo conducía. Recuerdo que a unos 300 metros de aquel lugar donde podría haber un hombre en peligro la carretera se perdía. Recuerdo que las primeras unidades policiales, entre ellas un todo terreno de Guardia Civil nos decían que era imposible avanzar. Recuerdo como mi jefe y yo nos bajamos del coche y se metimos en aquel mar de agua que escondía bajo su superficie la carretera. “Vamos, no lleva apenas corriente” gritó mi jefe. Entre sus aguas con los patrullas navegamos. Cruzamos el primer escollo y llegamos al segundo. El más complicado.
Un vehículo todo terreno estaba atrapado en medio de un canal desbordado de agua enrabietada. Se había salido de la carretera y se encontraba enganchado junto a lo que parecía ser el guarda raíl de protección del puente de la citada rambla. Sobre su techo, se encontraba el conductor. Un señor mayor que gritaba estar bien pero que estaba acojonado. Yo también lo hubiera estado. Mejor, yo también creo que lo estaba. El agua bajaba con fuerza y parecía desplazar el vehículo. Si con su fuerza desbocada consiguiera desprenderlo de la valla lo arrastraría hacia su desembocadura. Hacia el Mar Menor.
Había que intervenir. Había que hacerlo rápidamente y así fue como sucedió. En el mismo tiempo que dura un pestañeo los compañeros de la policía Local de Torre Pacheco, desde el mayor rango al menor (TODOS), ayudados por una cuerda hicieron una cadena humana para llegar hasta el lugar donde se encontraba. Los policías desconocían como de brava bajaba la corriente. Oí decir que algún gilipollas ajeno después se reiría porque el agua les llegaba poco más alta de las rodillas. Muy fácil hablar cuando no se está allí. Pero aquella agua bajaba con fuerza, con muchísima fuerza. Un resbalón o un tropezón podrían haber sido fatales. El cabo Agustín llegó el primero hasta él. Junto a un compañero sujetó con fuerza al señor y así., ayudados por la cuerda se culminó el rescate con éxito. El vehículo no llegó a ser arrastrado por la corriente pero apenas unos minutos más tardes el nivel del agua había subido bastante.
Felicité a mi Jefe y a mis compañeros por su brillante actuación. Él nos felicitó a nosotros. Sabía que habíamos arriesgado nuestras vidas por salvar la de otra. Me sentí orgulloso como siempre me he sentido de pertenecer a la mejor Policía Local del mundo.
Al día siguiente fuimos titular en las Noticias de Antena 3. Las imágenes recorrieron los noticieros nacionales y regionales. De aquella brillante actuación nos quedó las gracias de aquel señor perdido en un cosmos de miedo y desasimilitud (palabra del Espíritu. No buscar en el diccionario) por lo vivido. No eran poco esas gracias pero yo eché en falta algo más.
Ese algo más., sorprendentemente me llegó a nivel individual hace unos días, dos años más tarde, cuando mi jefe me comunicaba que había decidido proponerme a mí para recoger una condecoración por la actuación de la rambla de Pozo Estrecho. Yo lo primero que le dije es que esa condecoración la merecía él y los compañeros tanto como yo. Él decidió que fuera yo por lo que le estoy totalmente agradecido. Hará tres semanas recibí una carta donde se me comunicaba que me habían concedido la Medalla de Honor de la Carretera, a la vista de los méritos contraídos a lo largo de mi vida profesional. Ayer recogí, en Madrid, acompañado por mi jefe una de las Medallas de Honor de la Carretera.
Como comuniqué en twitter estos días y pude despachar ayer con los numerosos asistentes que me felicitaban, esta medalla que he recibido es para todos los compañeros que aquella tarde estuvieron aquella tarde de servicio a mi lado.
Con D. José Mercader Saura
Entre los miembros del Tribunal y galardonados. El general Sub Jefe de la Guardia Civil de Tráfico y el jefe de Tráfico de los Mossos de Escuadra que recogió el galardón en representación de un agente herido en un accidente de Tráfico El señor de Corbata me entregó la distinción. Él es Federico Fernández, subdirector general de Tráfico y Movilidad de la DGT. Me encantaron sus palabras de agradecimiento hacia mi persona.
Es de todos
Decir que la Asociación Española de la Carretera entrega sus medallas anualmente. Y durante los más de 50 años de Historia ha concedido medallas a diversas personalidades, entidades públicas o privadas. Personal civil o miembros de las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado. También a miembros de las policías autonómicas y desde ayer a Policías Locales. El Rey D. Juan Carlos I fue condecorado con la medalla de Oro de la Carretera en el año 2003. Ayer dicha distinción cayó sobre Esther Koplowitz por haber acreditado a lo largo de su carrera profesional y en numerosas ocasiones una gran sensibilidad hacia el mundo de las carreteras, prestando una atención muy especial a las cuestiones relacionadas con la protección del patrimonio natural y la conservación del medio ambiente.
Volviendo a la tierra, Javier Ramón es un simple Policía Local que realiza su trabajo o intenta realizarlo lo mejor que sabe. Poniendo ilusión y entusiasmo en cada uno de sus servicios. Un policía que siempre ha mirado por sus compañeros y que en ocasiones ha interpuesto un beneficio propio por el de otro. No siempre de forma acertada. Un policía que como todos tiene su propia personalidad y sentimientos. Con esta entrada quisiera poner cerrojo a las gratuitas suspicacias que se pudieran crear por tal reconocimiento. Hoy me doy cuenta de la suerte que tengo teniendo un blog donde puedo narrar los acontecimientos y dejarlos plasmados de por vida. Le debo mucho al Espíritu.
Debo agradecer muy especialmente a mi Jefe D. José Mercader Saura por el detalle que ha tenido conmigo al reconocer con esta actuación mi servicio voluntario aquel día y al Señor D. José Artero delegado de la Asociación de la Carretera en Murcia por la propuesta que hicieron de un servidor. Propuesta que finalmente fue distinguida de entre más de un centenar. Hecho este que todavía me enorgullece más y más, valga la redundancia, teniendo en cuenta que recojo una distinción en nombre de un colectivo del que estoy muy orgulloso de pertenecer.
También quiero agradecer a todos los que se han enterado y me han felicitado por tal distinción. He recibido gratamente la felicitación de gente muy importante a nivel público y a nivel personal. La sensación agridulce se ha convertido en dulce a medida que personalidades, familiares y amigos inundaban las redes sociales y mi teléfono de felicitaciones. De todas ellas me quedo con una.
Enhorabuena por esa condecoración, fiel reflejo de como efectúas tu trabajo. No dejes que te pueda el pudor porque otros la merezcan también. Quizás sea cierto pero ello no disminuye para nada tus meritos. Enhorabuena
D. Álvaro Bellas Dublang.
Os dejo con algunos enlaces de prensa de la noticia.