De pequeño me aburría ver las maratones en televisión. Si había una prueba que detestaba era sin duda la maratón. Locos, corriendo y corriendo, kilómetros y más kilómetros. ¿A quién le podía gustar? No era fútbol. A la edad del pavo me seguían aburriendo. Mis pensamientos no habían cambiado. Para colmo siempre ganaban los mismos, los africanos. En cambio ya me gustaba el ciclismo y mucho. Pero a los veintitantos algo había cambiado . Un giro radical dieron mis gustos. La prueba que más me gustaba en el atletismo era la maratón. La prueba de los domingos en las olimpiadas o los mundiales. Encima ganaban españoles. Curioso que aunque me gustaba pensaba igual que de chico. Locos corriendo y corriendo, kilómetros y más kilómetros. Con treinta y tantos empecé a correr. Me gustaba ver maratones. Soñaba con correr una, pero eso era imposible. 42 kilómetros.., jajaja, imposible, yo no estaba loco. Con treinta y seis corrí mi primera media. Creo me convertí entonces en un medio cuerdo. Con treinta y siete corrí unas cuantas medias. Fue aquí cuando el medio cuerdo subió un cuarto para convertirse en tres cuartos de loco. El ¾ se lesionó. 5 meses después se recuperó y con treinta y ocho seguió corriendo medias. Y también con treinta y ocho se he convertido en uno de esos locos que ha corrido una maratón, kilómetros y más kilómetros, y además en la Madrid de los Austrias y las cuestas.
Eso pasó el 22 de abril del 2012 en Madrid.
Iba bien preparado. Sé que la puedo correr más rápido y que si las lesiones me respetan algún día la correré en menos tiempo. Pero también sé que ese día no disfrutaré tanto.
El entrenamiento daba para lo que dio. Los kilómetros en las piernas a pesar de ser constante y disciplinado daba para el tiempo fijado previamente como objetivo. Bajar de las 3 horas 30 era un sueño que pude convertir en realidad pero estoy seguro que de haberlo conseguido hoy no sería tan feliz. No hubiera sentido lo que sentí, y es que creo que sentí demasiado. No me hubiera empapado de sensaciones, de detalles, de sudores, de emociones, de lagrimas…Solo hubiera sufrido y quizás el del mazo hasta me hubiera golpeado. Era mi primera maratón y había que disfrutarla y si quedaban fuerzas a partir del treinta lucharla.
Había que salir a 5 minutos y así debían pasar los kilómetros. Y así pasaron.. Creerme que me sentía increíble. Nunca a ese ritmo había corrido tan cómodo. Desde el 1 iba mirando de reojo al cielo. Me ayudaba.. Por Reina Victoria oí decir ¡Vamos Espíritu González! Me giré y sonreí. Bajando por Guzmán el Bueno me emocioné, solo yo sé por qué. En Sol y hasta el Madrid de los Austrias fui llorando. También en Sol, una señora gritó, ¡Vamos Cartagena!. La media maratón la clavé en 1.44, lo estipulado, además iba muy bien de piernas. Como me dijo mi entrenador o como me dijo Daniel Sánchez Espejo, maratoniano por excelencia de Mapoma, Vicepresidente de mi Club, “El Club Maratón Cartagena”, y que este año corría por décima la Maratón de Madrid, ahí es nada… pero bueno a lo que iba..., como me dijeron ambos: Había que salir de la casa de Campo con vida y yo llegué a la entrada con ella. Fue allí en la entrada cuando sin saber por qué..., la veía llana, mi ritmo pasó de ser 4.55 a 5.15. Me asusté pero no me obsesioné, recordé que un amigo del blog me dijo que la casa de Campo tiraba para arriba y enseguida volví a respirar cuando en la parte más alta se daba la vuelta para retornar hasta el lago. Mi ritmo volvió a ser el mismo del principio, los 4.55.
Ya en el lago había un giro a la derecha. Un giro hacia al cielo. Una cuesta bastante pronunciada que me recordó las subidas de las grandes etapas de montaña de la vuelta o el tour de Francia. La gente, el GRANDIOSO PÚBLICO MADRILEÑO Y FORÁNEO, a ambos lados cerrando a los corredores y abriéndose al paso, mientras unos se retorcían, pero no paraban, otros si que andaban y yo a mi ritmo cansino iba pasando corredores, también me pasaban a mi para volver a realizar un giro y una tremenda bajada que nos llevaría prácticamente hasta la M30.
Después perdí la conciencia. Creo que fue sobre el 34. Entré en una especie de éxtasis y sentimientos. Sensaciones encontradas. Venía lo más duro, pero no era tan duro cuando noté que se instalaba en mi y me decía. “Cariño mío” esta la hemos empezado y la acabamos juntos. Sonreí y ya me daban igual las cuestas y el ritmo. Solo sabía que tenía que correr y correr y llegar con ella hasta el 42 y pico. Como soy cotilla miraba el garmín, lo mismo era un 6 y pico el kilómetro que un 5.10. Daba igual, estaba sufriendo pero estaba disfrutando y así otro hombre volvió a gritar vamos cartagenero y otro en Atocha me dijo Vamos Espíritu y mi madre y yo enfilamos la cuesta de Alfonso XII que bordeaba el retiro y ya en la mismísima Puerta de Alcalá, la misma mujer de Sol me gritó, vamos Cartagena y ya entré en el Retiro y comenzamos a bajar hacia meta. A falta de 300 metros localicé a mi mujer con mis tíos de Madrid, mi tío Antonio y mi tía Felisa. Mientras mi madre discretamente saludaba a su familia, yo paré a darle un beso a mi hija Lucía, la niña que nació un mes después de que se marchara ella. Fue un beso largo. Les dije enseguida vuelvo y ya esprinté hacia meta y me di cuenta que llevaba piernas para haber corrido bastante más rápido… Cruzamos la meta….
Después todo fue muy raro, me pusieron una medalla y me quedé solo y vacío deambulando como perdido por el Retiro. Ella ya se había marchado.
Luego me reencontré con los míos. Los besé y me hice esta foto.
El 22 de abril del 2012 corrí mi primera Maratón en la Madrid de las cuestas con gorra para protegerme del Sol. Lo hice en un tiempo de 3H37’51’’ Hoy dos días después, tras pasar con mi mujer y mi peque unas estupendas mini vacaciones en Madrid y Cuenca, atiborrarme a hamburguesas y cerveza, puedo decir que los maratonianos no estamos locos. Un maratoniano es un tío que si no lo era antes.., se convierte en cuerdo mientras lucha por un objetivo. Un objetivo éste, que no tiene por qué ser siempre el mismo. Desde ese día algo en mi ha cambiado.